ALGORITMOS DE REINICIALIZACIÓN
La REALIDAD es matemática. No se trata de que esta disciplina de la ciencia sea el lenguaje en que se expresa, se trata, más bien, de que la esencia última del TODO es puramente matemática.
Si miramos un árbol vemos hojas, ramas y tronco y sabemos además que tiene raíces, observamos su comportamiento, una dinámica compleja basada en fenómenos internos y expuesta a un entorno atmosférico; somos conscientes de que todo ello sigue un modelo matemático, que el cerebro humano no es capaz de formular en su estado actual de desarrollo. Esto, que ocurre con esta maravilla de la naturaleza, sucede realmente con todo lo que nos rodea, lo que vemos y lo que ni vislumbramos. La obligación de la ciencia es avanzar en el propósito de desentrañar el complejo baile de los objetos matemáticos que danzan movidos por una vasta red algorítmica para construir la REALIDAD. En esa labor, la física debe seguir un camino que empieza por conjeturar para después refrendar esa conjetura con una modelización exhaustiva y quizá, si la ingeniería avanza consecuentemente, acabar ofreciendo una prueba experimental. En principio, la conjetura que quiero proponer, tiene como objeto presentar la REALIDAD global para luego centrarse en el universo que habitamos.
Para el primero de los propósitos, utilizaré lo que he dado en llamar MODELO RECTA REAL INFINITO DIMENSIONAL. Pensemos en la recta real infinita, con el concepto de infinito dentro del infinito, compuesta por elementos individuales que se diferencian de sus vecinos en una cantidad tan pequeña como queramos. Pensemos en dos rectas reales ortogonales y notaremos que cada punto de la primera se ha replicado en infinitas copias. Es decir, los elementos (1,0), (1,1), (1,2) … serían copias idénticas si dotamos a cualquiera de las rectas de una cualidad nuclear susceptible de ser repetida. Es inevitable asociar a la figura mostrada un carácter espacial euclídeo, pero nada más lejos de mi intención, primero porque el concepto espacio no está implicado y después porque puntos como el (1,1) y (1,2), que para Euclides serían distintos por ser pares diferentes, consecuencia del producto cartesiano de las dos rectas, al perder la característica espacial, serían copias exactas si asignamos esencia de núcleo repetible a cualquiera de ambas rectas. Hasta aquí el panorama accesible para nuestra mente adaptada a la supervivencia de la especie, hagamos ahora un ejercicio de abstracción y aumentemos el número de dimensiones de dos a infinito para definir completamente el escenario que propongo. La extrapolación de este modelo al conjunto del TODO pasa por imaginar un multiverso matemático en que cada elemento de la recta real es sustituido por un universo local caracterizado por sus propios objetos y algoritmos, que lo diferencian de sus adyacentes en pequeños matices crecientes con la distancia en la secuencia. Imaginemos que este universo que habitamos tiene asignado el número 1, al igual que en el modelo propuesto, existen infinitas copias del mismo con unas matemáticas idénticas, mismas variables y mismos comportamientos algorítmicos. En adyacencia existen otros infinitos universos, muy parecidos, con una diferenciación infinitesimal e incluso otros muy distintos, los asignables al 2, por ejemplo.
En principio, al menos con la cercanía adecuada, la diferencia apenas provendría de las diferentes decisiones cuánticas a que se somete la naturaleza, pero para versiones más alejadas, es posible, que el entorno sea tan extraño, que no podemos ni imaginarlo. Analizaré, ahora, como se desarrolla y los elementos con los que trabaja el algoritmo que mueve la maquinaria de nuestro entorno. Como ya expresé en un artículo previo, titulado TEORÍA DE LA REPETICIÓN Y LOCALIDAD ALGORÍTMICA, nuestro universo local funciona en bucle. En su cuerpo varios subprogramas definen la dinámica particular de cada fenómeno. Pero el objetivo de estas líneas es afrontar la base o fundamento del carácter repetitivo que considero la esencia primordial. En un marco en que el espacio-tiempo se despliega sin frontera, tenemos constancia de él a través de la mediación de intervalos, que nos permite establecer la relación entre los diferentes sucesos.
Quiero dejar claro que el espacio-tiempo es una variable que tiene garantizada su existencia en la localidad que observamos, pero no podemos extrapolar su aparición en universos alejados del nuestro en la secuencia matemática a la que pertenecen. La tarea de medición de intervalos requiere de medidores ajustables a la geometría del sistema objeto de estudio, una geometría, que viene caracterizada por un elemento tensorial llamado métrica, de forma que, cuando se habla de distancias en el espacio tiempo, su valor vendrá condicionado por ella. Pero, los tensores, y la métrica no es una excepción, constituyen campos tensoriales que, es lógico pensar, pueden presentar una variabilidad provocada por algoritmos que los toman como argumentos. Pues bien, para empezar propongo la existencia de un algoritmo que actúa sobre la métrica de forma que provoca un efecto de decrecimiento progresivo de lo que llamaremos CÉLULA MEDIDORA DE INTERVALOS, provocando un aumento cuantitativo de las distancias entre los sucesos del espacio tiempo.
Para despejar el paisaje y si ese algoritmo motor fuera el único factor a tener en cuenta, el espacio tiempo presentaría, en un punto dado, un intervalo nulo, con la célula medidora de tamaño infinito y sufriría una expansión acelerada mientras la unidad de medida decrece por el efecto de la función actuante sobre la métrica. Pero hay más factores que modelan la dinámica universal. Creo que la clave, como en todo sistema que maneja información, está en la evolución de ésta. Como aspecto más notorio, mencionaré la variable energía, que soluciona el aparente divorcio entre las matemáticas y las concreciones básicas que observamos. La energía es una variable matemática que presenta varios tipos de manifestaciones tangibles, de las que destacaré, para el propósito de este artículo, su equivalencia con la masa. Mi idea es que la energía es una variable matemática precursora de una masa que surge de ella en fases posteriores del desarrollo algorítmico para dar forma a cúmulos, galaxias, estrellas e incluso a la vida. Este mecanismo de complejización informativa, que lleva a la energía a convertirse en masa, no es un hecho aislado, sino que forma parte del proceso evolutivo de todos los conceptos físicos que estudiamos. Sirvan otros ejemplos de esta evolución de la información como la secuencia elipsoide de inercia, sólido rígido, sólido deformable…, o potenciales electromagnéticos, campos electromagnéticos…, y quizá también la no existencia en la fase actual de objetos predecibles como los mono-polos de Dirac. Todas ellas son muestras del fenómeno algorítmico de adición de complejidad en la evolución universal que ahora observamos. Centrémonos en la transformación parcial de la energía en masa. Parece contrastado que la masa curva de la geometría espacio-temporal, siendo otro factor actuante sobre la métrica, pero con un efecto contrapuesto al del campo expansor. Su actuación sobre la métrica implica un crecimiento de la célula medidora, que reduce el intervalo espacio-temporal.
Si ambos efectos se enfrentan producirán tres tipos diferentes de zonas en el marco global. Vastas regiones de espacio-tiempo desprovistas de masa tendrán como efecto preponderante el del campo expansor, manifestando una separación creciente y acelerada entre los sucesos. Habrá otras regiones en que las acciones se contrarresten, generando un equilibrio dinámico que mantendrá estable la distancia entre eventos. Y por último zonas con carácter ultra masivo que invertirá el proceso expansivo por la preponderancia másica que comporta un incremento de la célula, con un decremento asociado en el intervalo. La masa y ese campo expansor, que postulo, son las almas del lazo en que se desarrolla la dinámica de todo lo que nos rodea en el paisaje más cercano. Existe además, para finalizar la exposición, una variable que da cuenta de la complejidad de la información, se trata de la entropía, que toma valores más altos cuanto mayor sea ésta. La utilizaremos como descriptora de la evolución algorítmica.
A la hora de analizar un ciclo es indiferente donde empecemos, hagámoslo en un punto que supone un hito en nuestra historia, el Big Bang. Si suponemos una actuación ininterrumpida del campo expansor y una variable espacio-tiempo existente de base, el Big Bang es el punto en que una parte de la energía transforma en masa. Con la célula medidora de tamaño infinito, de manera que no existe la distancia, el campo provoca un estiramiento acelerado débilmente atenuado por la, todavía incipiente, cantidad de masa concretada. La información aumenta en complejidad y la evolución conceptual crece. La entropía se incrementa. La confluencia de los dos factores contrapuestos de lugar a las diferentes zonas mencionadas. Esta parte del algoritmo genérico que desarrolla el bucle debe contar con mecanismos de control, que permitan la reinicialización y es precisamente en los grupos supermasivos donde se encierran éstos. El juego, por tanto, se establece en un marco espaciotemporal estático en el que dos actores, el campo expansor y la energía en su variante másica, proporcionan una estructura de intervalos, que permite una evolución de la información matemática en ambos sentidos. Es en las zonas de equilibrio entre campo y masa en la que se desarrolla la astrofísica de los objetos comunes donde la entropía crece al igual que en las regiones carentes de concreciones energéticas. Sin embargo, la dinámica cíclica debe garantizarse y se consigue mediante las acumulaciones de materia, los agujeros negros y seguramente otros objetos en los que la información invierte su tendencia para disminuir la entropía y reducir las posibilidades dimensionales hasta una nulidad de marco y una información inicializada.
Parece que los monstruosos grumos negros anulan la expansión e invierten la flecha entrópica simplificando la información, de lo que es testigo la reconversión de la masa en energía. Se comportan, por tanto, como algoritmos reinicializadores, aislados en principio, pero extensibles, de forma que este universo está abocado a ser manipulado por ellos hasta su reseteo en un baile matemáticamente cíclico.
MIKEL ZABALBEITIA
Agosto 2019